Un gran aliado y después un magnífico enemigo. Hoy les platicare la muerte del Gral. Maclovio Herrera.
Allá en los cuarteles de Nuevo Laredo, los de Maclovio Herrera, sonaron los clarines muy temprano. El aviso que él les dio era sumamente importante: “Obregón había derrotado a Villa en Celaya”. La algarabía por todos lados se presentó: Villa tropezó con las trincheras, con las metralletas y finalmente con los mismos cadáveres de la misma División, la caballería había fracasado.
Horas antes de la noticia, Maclovio mandó un tren para un reconocimiento y ordenó cambiar la contraseña como se había acordado, esta era un listón tricolor muy parecido al listón villista que se cambió a un anaranjado con una estrella blanca enmarcada en un circulo.
Al dar la noticia de la derrota de Villa, el sol de abril en el norte estaba a todo fulgor iluminando a su gran el ejército, en eso, uno de sus generales se acerca con un hermoso caballo tordillo y le dice:
-General Maclovio, lo vendían y pensé en usted ¿Cómo ve?
Inmediatamente Maclovio toma al caballo, cambia la silla personalmente para agradecer el regalo y lo monta para gobernarlo al acto.
Orgulloso con su caballo pasa revista. Hombre y animal se habían fundido en una sola pieza, en una unión eterna.
Al escucharse el silbato de un tren aproximarse, un soldado se acerca para avisar que el tren es enemigo porque tiene el listón tricolor, en ese momento un general de Maclovio avisa:
– ¡Es el tren de reconocimiento que regresa y no cambió el listón!
Se inicia la balacera y Maclovio arranca con su caballo pasando por enfrente de su gente gritando:
– ¡No disparen, son nuestros! ¡Alto el fuego!
A lo cual: El fuego paró de su lado.
Después Maclovio se dirigió al convoy explorador para detener el fuego de ellos. Montando su hermoso caballo, con la mano en orden de alto va rumbo a la muerte, una bala amiga atravesó el pulmón derecho, otra hiere al caballo el cual repara y el jinete cae, una coz del noble animal destroza su rostro.
Al asistirlo se dan cuenta que tiene una respiración pausada y menguante y que su cuerpo poco a poco deja escapar la vida.
Su gente estupefacta se queda por un buen rato con él.
Un gran revolucionario, un gran hombre se une a la leyenda de los grandes hombres de Chihuahua: Maclovio Herrera
BIBLIOGRAFÍA:
Herrera, Márquez Raúl. La Sangre al Río. Editorial TQE. Págs. 229-234